8 de septiembre de 2012

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No quiere hablar. Está perdida, ensimismada; no quiere hablar. Algo bloquea las salidas; algo bloquea la herida por donde se derramaba la sangre. Presa en unos símbolos antiguos, rudimentarios; adornada con mantos de telaraña, perlas de carcoma. Está inmóvil, como muerta, con la mirada fija. 

¿Qué impide el fluir de la vida? ¿Qué impide que siga el curso? No se mueve, la invitan a moverse, le gritan, pero está protegida por cristal invisible: nadie sacude sus flores de polvo*. ¿Por qué se han petrificado sus impulsos? ¿Puede el mineral volver a fluir? Sólo bajo grandes presiones, en temperaturas terribles puede fundirse el mineral. Sólo una gran tragedia, una gran catástrofe pueden llevarla de vuelta a la acción... o al abismo definitivo.

Apenas un poco de luz la ilumina (lo suficiente para ser percibida). 

*"En una campana de cristal", Anaïs Nin