6 de enero de 2014

El Secreto de Persiana Americana


Noche absurda, de las primeras. Locura derramada por las marañas del centro, en el Parque Central, subiendo Calle La Fuente. De arriba a abajo vibraba la electricidad, como la consciencia de vivir al borde de la muerte, como ese ardor inexplicable y tan pronunciado que se experimenta antes de los saltos mortales. Manos en la piel, shock de deseo y embriaguez... Abandono, vaivenes frenéticos, vértigo orgiástico, desnudez a zarpazos y el pequeño engranaje enterrado en el fondo de la consciencia moliendo los tornos, más rápido, más rápido, fuera de control. 

"Vos sabés que en realidad dice 'Viendo el vibrador, desgarrándote...' "

Una pequeña lámpara dentro de un ojo oscuro, desvaneciéndose tan gradualmente que la oscuridad lo envuelve todo con la dulzura de las olas. Parpadeos. Visiones de ojos entreabiertos. Una cama blanca, sábanas blancas al pie de una ventana de blancas cortinas, espectrales, nubes de la madrugada. "Dejame quitarte los zapatos para que estés más cómoda." Asombro adormecido... silencio en las alas de la expectativa. "No deberías estar aquí..."

Su mano buscó a tientas mi mano.

En la oscuridad el tacto es inequívoco. Lágrimas. Lágrimas de un ojo que casi no podía ver. "Aquí es." Lágrimas de tristeza, evocando el llanto del desposeído. El final, tan lejano y tan próximo. "No te merecés esto." Llanto, en su mejilla. Nunca me habías visto. Apenas un par de palabras, lacónicas. No hubieron eyaculaciones que le dieran la razón a Panero. Eran de verdad.

Tiempo después habríamos de conocer los girasoles. También las rosas blancas.