27 de octubre de 2010

Extracto de Cotidianidad

Ayer salí a comprar leche por la mañana. Un acto totalmente vacío de sentido (de mi sentido, si prefieren). Salí despeinada, con las telarañas de sueño en mi cara, fresca la sangre todavía de las heridas provocadas por la noche insomne, deshechas las uñas de rasgar pesadillas. Caminé sin fijarme en los rostros de las personas que revolotean en torno al hospital, sin pensar en el tráfico estúpido que permea, desde hace unos meses, las calles demasiado estrechas, preocupándome sólo por el tímido sol de las nueve, que esta vez era un molesto intruso a mis ojos y mi piel.


En el harto conocido transcurso, el zumbido de mi cabeza fue interrumpido por un automóvil de proporciones inútilmente grandes para una ciudad que es mejor amar con los pies, y por el estrépito de un ruido despreciable que se derramaba por sus ventanas abiertas. Me indigné gravemente. Yo no adoro las mañanas ni les rindo culto ni las adorno con mis horas de trabajo, pero pensé: ¿Cómo demonios puede alguien irrespetar el sol (molesto e incómodo, sí, pero sol igual), el aire nuevo, los rescoldos azules de noche todavía presentes en las aceras, la atmósfera del nuevo día, de una forma tan irresponsable e imbécil, tan invasiva, tan absurdamente ciega?

Ojalá hubiese tenido el poder de callarlos para siempre.

16 de octubre de 2010

El Nilo

Soñar, soñar, destruir.
Te veo sin ojos, te veo sin verte,
Te percibo en las caricias ajenas
Porque éste es el clima de los ciegos.

Suavemente
Me desplazo.
Me muevo sin pies (éste
Es el clima de los desvalidos
O de los inertes.)

Las puertas se abren.
Puerta nueva, puerta vieja,
Cortinas hermosas de bazar,
Todas abiertas ante mí mostrándome el río,
Mostrándome el Nilo.

Contra todo.
Defendeme de las conciencias,
Del claustro,
De la inercia.

13 de octubre de 2010

Soif



"Qué suavidad entre mujeres. Los maravillosos silencios de las gemelas. Volverse y contemplar los arroyos de sombras entre los senos, echarse sobre las plumas de la cama durmiendo sobre el propio cuerpo, como dormir en el bosque por la noche. El maravilloso silencio de los pensamientos de la mujer, el secreto y el misterio de la noche y la mujer que se convierten en el aire, sol, agua, planta. Sentir las raíces descansando en el suelo, los pies bien asentados en el frescor, en la presión oscura, firmes contra esa cremosa pared de tierra. Cuando aprietas el cuerpo de la otra sientes esa alegría de las raíces comprimidas, alimentadas, envueltas en la tierra oscura, palpitando sólo las semillas de la alegría. Un placer que retrocede y avanza. El sol riega abundantemente el cuerpo. Misterio y frescor de la oscuridad entre las cuatro paredes de la otra carne. La espalda de Lilith, esa suave y musical pared de carne, el ser flotando en las olas del silencio, rodeado por la presencia de lo tangible. No más caídas en el vacío. No más persecución, ansiedad, búsqueda, anhelo, girando en esa compacta pared de tierna carne. Toca los delicados rizos del cabello; tocarás el musgo y el final de la ansiedad. Esa mano sostiene un mechón de pelo, el mundo entero, reducido, en la palma de la mano. Te has alejado de las disonancias de la calle, de los fragmentos duros y separados que caminan sin piernas, sin cabeza o sin brazos, siempre mutilados, y has entrado en la inmensa bóveda de un himno de órgano. Djuna yacía en el centro de la rueda. Lilith, tibia y cercana. La tierra gira con un himno de redondez, de plenitud. Gira describiendo un suave círculo de plenitud. Los radios pasan aprisa y no son visibles en este momento. Sólo la embriaguez de la rotación. Otros días la rueda gira más despacio y una se ve atrapada en los radios. Cae entre ellos, la cortan y la mutilan. Quedas atrapada. Se rompe el ritmo, quedas colgada, eres mutilada. "

-- Invierno de Artificio, Anaïs Nin