21 de enero de 2010

Los Hijos del dios McDonald

Hoy vi frente a mí al pasado. Los vi a todos ellos, los artífices y actores de esa obra tan burda y patética. Vi sus rostros, reconocí sus pensamientos, adiviné sus palabras, y me dí cuenta de que todos ellos quedaron atrapados en esa cloaca inmunda que embotó sus mentes y los abandonó a un rincón intemporal de imbecilidad.

¿Cómo pude haberlos soportado sin recriminarles constantemente todos sus infantilismos, todos sus dramas excrementales, todos sus naufragios en charcos de lodo? ¿Cómo fue posible que fuese tan compasiva con quien no merece compasión cuando uno compara hasta qué punto llegan sus iniquidades y egoísmos? ¿Cómo es posible que existan en el mundo masas tan conformistas y mediocres, satisfechas con respuestas hechas de preservantes y carragenina, glorificados por el mero gusto de la asociación con otros clones de ellos mismos?

¿Cómo pretenden que degluta desapasionadamente la idea del dios McDonald, del dios Coca-Cola, del dios mercancía? ¿En realidad creen ustedes, absurdos protozoarios, batracios infelices, que poseen algo mínimamente parecido a una deidad, y que son capaces de esparcir las esporas de la masificación descerebrada por todo el globo? ¿Cuán estúpidamente dañados están?

Los aborrezco por completo, inútiles contentos, imbéciles agradecidos, masa fecal. Los aborrezco con todo mi corazón y con toda mi alma, porque son absolutamente incapaces de percibir con el espíritu, son incapaces de la redención y del sacrificio (ya que todos sus supuestos sacrificios han sido planificados en base a los más simples esquemas de oferta y demanda y costos por beneficios, y constituyen ninguna otra cosa más que una fachada imperfecta para cubrir lo vacío e insignificante de sus existencias), y sin embargo pregonan, usando las frases más tipificadas y rebuscadas (la jerga de los fatuos), que ustedes son los únicos que conocen el verdadero camino del espíritu.

Los impreco, los escarnezco, viles serpientes que sangran a los pobres ingenuos que se atreven a confiar en ustedes. Los execro, los aborrezco, residuos baldíos, nulidades vanas, que suponen cambiar al mundo y son incapaces de reconocerse en un espejo.

5 comentarios:

Gabriela dijo...

Creo que muchos fuimos los ingenuos quienes seguimos los caminos del Dios McDonald... Y todo parece tan lejano y borroso...

Manuel dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
javier dijo...

no puedo creer que acabo de leer esta mierda(masa fecal compuesta de letras que juntas lo unico que describen es lo mierdero que sos)! es lo peor que he leido en mi vida!

Ninch dijo...

Sí, verdad, Javier, es tan malo que drenó tu capacidad de hacer un comentario coherente. Yo creo que alguien se siente aludido. Sin embargo, como no tengo idea de quién sos, dado que el internet provee a las personas como vos de un manto oportuno de confidencialidad, podés estar tranquilo teniendo en cuenta que probablemente no era dirigido hacia vos.

Gabriela dijo...

¿Quién es ese tal Javier Nincy? jajajajajaja