31 de enero de 2012

Desde el país de los Ogros: Tristán

Una noche llegó Tristán a la casa de su madre. Llegó feliz, ávido, contento de amanecer al mundo. Su madre lo sintió llegar, pero quedó en silencio. Su padre no lo había percibido. 

Pasaron semanas. La madre finalmente dijo al padre:

  - Él vino. 

El padre lo vió y mostró la sonrisa que guardaba para la ocasión de su venida. Esta vez charlaron y estuvieron alegres. 

Pasó una semana. El padre no ha llegado, la madre llora. Tristán adormecido apenas siente aquel llanto, mientras ve los globos rojos perderse en el firmamento. El padre llega y tras su delirio viene la conciencia de los globos rojos. La madre de ojos hinchados no quiere moverse. 

  - Es necesario, dice el padre. 

Caminan. La madre no ve nada más que los globos rojos, ni siente nada más que el vacío de su bolsillo. 

  - Espere aquí, ya vienen las enfermeras.
  - No, aquí no la podemos ayudar. 
  - ¿Trae dinero?
  - No tiene seguro. No la podemos atender. 
  - Acá no tratamos esas pacientes. Váyase a una clínica.
  - Tiene que esperarse.
  - ¿Sangrado? Espérese. 

El dolor hace retorcerse a la madre. Tristán apenas se ha dado cuenta. El padre ha llorado. Ha llevado a la madre y a Tristán a la casa de su abuela. Llaman a clínicas donde el teléfono repica infinitamente. Alguien contesta por fin. 

  - Señora, lo que usted tiene es una amenaza de aborto, si no es que ya se ha completado. Es importante que la evalúen. 

El padre vuelve a llevar a la madre de ojos vacíos a un taxi. Llegan a la clínica. La madre espera sola en medio de bebés. Bebés de todos los colores, recién nacidos, de siete meses, de dos añitos. Bebés enfermos, bebés felices con sus madres. La madre piensa en Tristán y los globos rojos, que siguen su escape. Le han dicho de nuevo que debe esperar, que hay personas más graves que Tristán desvaneciéndose en el firmamento. 

Tres horas. La madre sufre. El padre la lleva a otro hospital.

  - Doctora, mire...
  - Uhmm... sí, ingrésela para AMEU.
  - ¿Qué me va a hacer?
  - ¿Qué? Aquí ya todo está hecho, mama.
  - Mire, éste es un pedacito de carne. 

En unas pinzas horribles, la doctora levanta algo ensangrentado. Algo que perfectamente pudo ser un torso, y aquello unos bracitos. Un niño llamado Tristán, que abrazaría a su madre y jugaría con su padre. 

Lágrimas y sangre, nada más. 

26 de enero de 2012

"Tu sonrisa es esa ausencia que atesoro para siempre."


Casa sin Puertas
Fernando Delgadillo
Campo de Sueños

¿Y si esta noche
de recuerdos liberados,
como una ventana abierta
pudiese hallar en este
laberinto de historias 
el norte y dirección?
A lo mejor consigo
estos años después, aquí
y de nuevo ante tu puerta,
llamar en nombre
del pasado y lo perdido
a lo que nunca apareció.

A lo mejor pudiera
veinte años después, 
juntando más buenas razones.
Para que estar así
parado ante mi sombra
no me invitara a escapar
de ti y de mí, y del vértigo
de hablar contigo
en casi todas las sesiones,
sabrías de años de ir
recorriendo mil lugares
donde no te volví a hallar.

No importa cuántos ojos
he visto después de descubrir tus ojos claros,
si a mí tus ojos me enseñaron a ver.
No importa cuántas veces 
tenga que venir a recordar bajo el manzano,
que no eres tú quien ha habitado
en esta casa, por más que insista en volver.
Por más que insista en volver.

La noche es larga
y en sus vuelos me conduce
a los linderos de lo extraño.
A esta casa sin puertas, 
donde susurran las hojas
que otoño acarreó.

Que ahora practican los pasillos
cuando el viento araña inquieto en el tejado,
suben y bajan la escalera
tras los ecos de unos pasos que no son.

Sería el haber dejado
tantos elementos al designio
de la alquimia,
que el caminar por los espacios
de tu casa siento que
se acerca a ti.
Y vuelvo a ver abierta
esta casa sin puertas
a la verde trama hermínea
que insiste en tejer
con su manto enredadera
el patio en donde no te vi.

Sería el amor que nos sentimos
o el afán de irle poniendo mientras tantos.
Tu sonrisa es una fruta
que no se deja probar.
Un paisaje que dibujaré
otra vez en lienzo blanco,
con la tiza de la noche,
con la claridad lunar.

Y las formas se liberan
como páginas de un árbol.
Yo elaboro el equilibrio
con un ábaco interior,
que adivino en los planetas
y en los giros de los astros,
en la longitud del sueño,
y en la latitud del sol.
Tu sonrisa es esa ausencia
que atesoro para siempre.

Es una casa que ha rodeado
un bosque de oro en donde
nunca más estás.
Donde nunca más estás...
Donde nunca más estás. 

5 de enero de 2012

El caminar es lo que nunca cesa

Cuando uno finalmente decide avanzar entre todo el cristal roto que se acumula en el momento en que los sueños comienzan a morir, es inevitable herirse los pies en los primeros pasos. Las gotas de sangre ruedan como lágrimas por la piel todavía tierna. Las gotas de sangre colorean los vidrios de juventud, los vidrios que no han cesado de reflejar los cielos serenos que traerán tormentas. 

No es lo mismo comenzar el camino despojado de heridas. No es lo mismo llevar todavía encima el caracol cristalino, moverse suavemente sobre lechos de estrellas. No es lo mismo ver hacia atrás y encontrar sólo un sendero solitario en medio del verdor. 

La piel de mis pies ya no es tierna. Las heridas y su monumento a la oscilación primordial de romper y nacer persisten. Los vidrios se acumulan, cerros y cerros de vidrio en el corazón, como una extraña clepsidra marcando el paso del nacimiento y la muerte, que se confunden entre sí.

El caminar es lo que nunca cesa.