6 de diciembre de 2011

Este mundo no tiene salvación.

Estoy harta de esta racha de trabajos en los que jamás pagan, o en el mejor de los casos, jamás pagan a tiempo. Todos mis empleadores son el mismo tipo de persona: llegan, con sus automóviles de agencia, con sus ropas pulcras adquiridas en grandes centros comerciales o en tiendas exclusivas, con el vaso grande de foam de Espresso Americano y un desayuno de cien lempiras o más, sonrientes y rebosantes de salud, a decirme que no, que no pueden pagarme lo que me gané trabajando arduamente, que me espere, que fijo me arreglan eso hoy, que es gracioso como se olvidaron de esa persona que les hace un servicio pero que probablemente no come ni vive en una casa ni se enferma.  

Obviamente yo tengo que ver qué diablos hago: entenderme con la casera, decidir a quién no le voy a pagar este mes, designar qué días y a qué horas no voy a comer, ver si ajusto los tres pesos del bus urbano o irme a pie. Todo eso, por supuesto, mientras camino de regreso a mi casa (lo siento, hoy sólo te quedan dos lempiras) con mis tenis rotos, con mi pantalón roto, con mi bolso reciclado. 

Los idealistas de izquierda pregonan que tienen la cura para esta desigualdad. ¡Pero mucho de los izquierdistas que conozco jamás han tenido un trabajo de verdad! No los he visto enfrentar la vida de verdad, renunciar voluntariamente al patrimonio familiar, tomar plena responsabilidad de sus actos y gastos. Tomando eso en consideración, ¿en realidad puedo creer en su palabra? ¿Saben en realidad lo que necesitan los obreros (que ganan menos que yo y tienen que mantener cinco o más personas con ese sueldo)? Y eso hablando de ciertos jóvenes, que por su juventud pueden ser perdonados. Sin embargo, ¿qué hay de las cúpulas de políticos "socialistas"? ¿Se habrán ido al trabajo a pie algún día? ¿Habrán pasado hambre alguna vez?

Ninguno de ellos (ni los empleadores burgueses ni los políticos socialistas) sabe lo que he vivido yo ni lo que han vivido esas masas de personas que lo único que quieren es comprarle una mudada nueva de ropa al hijo menor o ir a una clínica donde no lo traten como animal de carga (precisamente lo que me pasó a mí cuando estuve en emergencias del Hospital Escuela).

Ya estoy harta del "socialismo". Ya estoy harta del capitalismo hijueputa que me destruye las alas cuando intenta adaptarme a su engranaje. Ya estoy harta de pasar hambre, de abrirle más hoyos a mis zapatos, de esconderme de la casera. De sentirme como una mendiga cada vez que pregunto en el trabajo "por el pago". 

El mundo jamás fue capaz de albergarme dentro de sí, de darme un lugar. Por un tiempo me pregunté si quizás no era yo la culpable e intenté adecuarme. No obstante me dí cuenta que en este mundo no se puede confiar en nadie, a riesgo de que ellos, como enviados del mundo, te succionen la energía de vida. 

Ahora en verdad estoy despierta: este mundo no tiene salvación. 

1 comentario:

Gabriela dijo...

Me gusta mucho, Nincy... La verdad, esa gente es pura mierda. He oido historias muy similares a las tuyas, sobre todo de gente que vive en Honduras. Es ironico como cualquier tipo de politico, de derecha o de izquierda, hace siempre lo necesario para favorecer a los que poseen mas recursos. Si la reglamentacion fuera mas estricta y exigente, este tipo de cosas no sucederian... Aqui en Francia, a esa gentuza podrian hasta cerrarles la empresa o minimo hacerles perder mucho. Ojala que algun dia haya justicia, sin importar cual sea su color. Te quiero mucho! Courage, ma belle! Je t'aime beaucoup