19 de diciembre de 2010

Sobre la Desidia


El compromiso con la desidia es más difícil de sobrellevar que muchos otros. Se deben aplastar contra el pecho cualquier tipo de ambiciones que emerjan. Se debe guardar fidelidad a los ritos de la apatía. Es necesario aprender a volar al ras del suelo, raspándose la piel. Es preciso descubrir el cielo a través del reflejo en el gris concreto, y resignarse a perder el azul. Es indispensable enamorar al fracaso y caer en su danza azarosa. Inevitablemente, encallecerán las manos y las rodillas de tanto arrastrarse. Indefectiblemente, los surcos negros de las lágrimas se harán perpetuos en el rostro. Las uñas rotas, el cabello apelmazado, el espíritu roto y la conciencia destruida. El malabar de culpa y cordura. El vacío del lienzo, el vacío del papel, el vacío de las calles, el vacío de los brazos, el vacío del alma, siempre ensuciados y desechados, siempre desperdiciados. Y la dimensión externa, siempre al acecho, siempre metiendo los instrumentos quirúrgicos (naturalmente esterilizados) para diagnosticar y modificar esa voluntad adversa y enferma. Y no queda más que refugiarse, que huir, que encontrar el hogar en el vuelo, en el frío indiferente.

Sí, el compromiso con la desidia es más difícil de sobrellevar que muchos otros.

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