28 de marzo de 2012

Teoría del cariño

Teoría del cariño

Te prometo 
la luna y las estrellas
en libros de texto...

Magdiel C. Midence


"Nada es más evidente que la señal de una herida en unos ojos crédulos. Es una señal clara y rotunda, y los ojos están lacerados, parecen a punto de deshacerse por el dolor. 

  - Las infidelidades de mi padre no significaban nada. El siempre te ha querido más que a las otras. Actuaba con ligereza, pero su amor verdadero era para tí. Ha sido un irresponsable, y tu eras demasiado buena con él, nunca te rebelabas. 

  - Es mi manera de ser. Tengo un gran fe, una gran indulgencia, siento un gran amor. Por eso, si alguien se aprovecha de mí, me siento traicionada y no puedo perdonarle. Se lo advertí cariñosamente. Lo que me sacó de quicio no fue su infidelidad, sino su falta de delicadeza. Deseaba morir. Le pedía que no fuese tan descarado, tan insolente. Pero ahora la situación es irrevocable. Cuando hice la suma de todos sus comentarios egoístas, de todos sus gestos descuidados, la expresión de fastidio en su rostro cuando estaba enferma, su indiferencia constante a mi tristeza, no pude creer que me hubiese amado nunca. Me contaba unas historias tan inverosímiles que debía tener una idea muy pobre de mi inteligencia. Hasta ahora, mi amor era lo bastante fuerte para cegarme... pero ahora, compréndelo Stella, lo veo todo. Hasta recuerdo unas palabras suyas del primer día. La clase de infidelidad que puede perdonar una mujer no es la de tu padre. El no me era infiel por su interes hacia otras mujeres, sino por su traición a lo que había entre nosotros; me abandonó espiritualmente y emocionalmente. No me quería. (...)  No me importa que ahora llore. Yo he llorado durante diez años. Y estoy segura de que no se suicidará. Es una comedia. Se quiere demasiado. Que se dé cuenta ahora de la fuerza del amor que ha destruido. (...) Nunca he conocido a un hombre capaz de matar un amor de un modo tan total. Qué digo, un hombre! Muchas veces creo que era un niño; era tan irresponsable como un niño. El era un niño y yo me convertí en su madre; por eso se lo perdonaba todo. Sólo una madre es capaz de perdonarlo todo. Pero el niño, naturalmente, hiere a su madre sin darse cuenta. No sabe si está cansada, o enferma; no hace nada por ella. Da por sentado que está dispuesta a morir por él. El niño es pasivo, dócil, y lo acepta todo, sin dar a cambio nada más que afecto. Si la madre llora, le echa los brazos al cuello, y después va y repite lo que la había hecho llorar. El niño sólo piensa en la madre como en la persona que se lo da todo, que lo perdona todo, que le ama infatigablemente.  Y yo permití que mi esposo se convirtiese en un niño..."

-- Stella, Anais Nin

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