8 de diciembre de 2013

Piel Canela

No soy blanca, no porto en mi piel el grillete del imperialismo europeo, su estúpida arrogancia. Mi piel se llena de color con el grito de los lencas, con la callada sabiduría de los chortíes, con el llanto de viento y tierra, lejos de sus castillos y sus abolengos cuidadosamente guardados para convencerse a través de centurias de su importancia.

Mi cabello es oscuro como la noche, como la muerte; el sentimiento se porta en las manos, palpita, sangra y crece como la vida. No son necesarias las máscaras, y el sacrificio es la obsidiana que delínea el amor. El que desprecia la ofrenda de amor desprecia la vida entera.

No ansío sus cabellos rubios, porque los hilos del sol en la noche son saetas de muerte. No ansío sus ojos descoloridos, porque la profundidad de mis tinieblas es más fuerte que sus falsas esmeraldas. No ansío su piel de porcelana, porque en mi piel el latido de la tierra oscurece sus artificios.

No vengo de más allá de un océano. No necesito ancestros en gélidas tierras. Soy mi propia tierra, mi propio país, con sus ríos de llanto que surcan mis pechos. Y mientras ustedes se ufanan colocándose nombres como quien se coloca sombreros, yo porto mi nombre en mi vientre, un nombre más antiguo que sus escudos y sus sígiles, más antiguo que sus castillos y sus lenguas, más antiguo que su orgullo ciego.