8 de diciembre de 2013

Volcanes

Es curioso que en Honduras no hayan volcanes activos... Nicaragua los tiene y sin embargo no sufren explosiones. Todo es suave, armónico, todo fluye perfectamente, como el agua.

Honduras, sin embargo, tiene una topografía llena de heridas y cicatrices. Cualquiera que se atreva a darle una caricia es capaz de sentir los momentos de cada incisión, el desgarre de la piel contra el concreto, los puntos convalecientes en el cráneo... En este país nada es fluido, todo es escarpado y brutal como una cuchillada. Todo duele hasta los dientes o hasta las lágrimas.

Aquél que tenga la vocación de poner su oído contra el pecho de este país será el único que podrá percibir la crepitación de un fuego interior, como un llanto que calcina. Un dolor palpitante que se contrae y se dilata, esparciéndose por todo el cuerpo hasta que finalmente explota, emerge por los dedos de las manos, se derrama como gritos por la boca, abrasa los globos oculares y es lava lo que delínea su curso en el rostro.

Lava que chorrea en el suelo... Lava desintegrando palabras, lava que escoce el alma hasta los tuétanos, lava que destruye el dominio de la levedad. Lava maldita.

Magma infinito que reside en las entrañas. ¿Cómo apagar un fuego tan elemental?

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