8 de octubre de 2009

contra-símbolo

La cuerdas crujieron. Las nubes subieron, perezosas. El oleaje asimétrico ocasionó unas fugas de palabras. Bajó su rostro, escondió los ojos. "No tengo miedo..." El relato quedó desvalido, sin muletas.

Las manos se mueven como adjetivos. Los pedazos de piel y hueso ruedan por el suelo. La estructura desnuda, elevada en sus hilos, permanece inmutable. El destierro. Los cerezos. Incertidumbres que saltan como peces en el río, porque el mar deshace lo subjetivo.

La curva, la hermosa curva, cicatrizada en la carne vegetal, desafía el firmamento y sus castillos etéreos. Un bocado de sentimiento. Un mohín roto como souvenir de épocas pasadas. El impulso del iconoclasta y la muerte de Saussure.


"(...) muchos sucumbieron al hechizo de una realidad imaginaria, inventada por ellos mismos, que les resultaba menos práctica pero más reconfortante."

--Cien Años de Soledad, Gabriel García Márquez.

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